México ha vivido una jornada histórica este martes con la toma de protesta de Claudia Sheinbaum Pardo como la primera mujer en ocupar la presidencia del país. En una ceremonia que replicó en gran medida la de su predecesor, Andrés Manuel López Obrador, Sheinbaum recibió la banda presidencial sobre un vestido marfil con bordados, marcando un hito en los 200 años de la República, después de que 65 hombres la precedieran en el cargo.
La continuidad de la Cuarta Transformación, prometida por Sheinbaum, quedó reflejada en cada uno de los actos del día, destacando una mayoritaria presencia femenina en todos ellos. Al igual que su antecesor, participó en un ritual prehispánico, recibiendo el bastón de mando de manos de representantes de pueblos originarios y acompañada por el aroma de incienso y plantas de maíz. Sus discursos, tanto en el Congreso como en un Zócalo lleno de seguidores, se centraron en la importancia de continuar con las políticas de López Obrador y reafirmaron los 100 puntos programáticos que guiarán su administración.
Más de 35 millones de mexicanos celebraron este momento, pero la clave de este cambio sexenal no solo ha sido política, sino profundamente feminista. A siete décadas de haber conseguido el derecho al voto, las mujeres mexicanas vieron cómo los tres poderes del Estado –Ejecutivo, Legislativo y Judicial– estuvieron, por primera vez, encabezados por mujeres. La oposición, liderada por María Guadalupe Murguía Gutiérrez del PAN, también se sumó al histórico momento, exigiendo que Sheinbaum demuestre que un gobierno liderado por una mujer «no solo puede ser diferente, sino mejor».